Información general

Los inhibidores de la bomba de protones (IBP) actúan bloqueando la enzima H+/K+ ATPasa en las células gástricas inhibiendo así la secreción ácida, siendo unos fármacos ampliamente utilizados en nuestro medio. Entre sus indicaciones están: Enfermedad por reflujo gastro-esofágico, hemorragia digestiva alta, enfermedad ulcerosa, erradicación de H. pylori, esofagitis/gastritis erosiva, síndrome de Zollinger Ellison, dispepsia no ulcerosa, gastropatía por AINEs y toma de fármacos gastroerosivos. A pesar de su extendida utilización no están exentos de efectos secundarios. Nuestro objetivo es determinar la prevalencia de la utilización de IBPs en la atención primaria y hospitalaria y evaluar la adecuación de su prescripción siguiendo sus indicaciones.

Estudio observacional, descriptivo y transversal en el que incluimos a 238 pacientes ingresados en nuestro centro en un periodo de 24 horas, excluyendo a los ingresados en unidades de críticos. La edad media fue de 68 años (rango 22-97), de los cuales el 53% eran hombres. Como tratamiento previo el 42,1% tomaban antiagregantes o anticoagulantes, el 32% Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina (ISRS), el 15,3% corticoides, el 10,6% AINEs, y el 69,3% estaba polimedicado (5 o más fármacos). Las enfermedades subyacentes más frecuentes fueron la hipertensión arterial (56,3%), la diabetes mellitus (27,3%) y la enfermedad renal crónica (17,2%).

El 57% de los pacientes tomaban IBPs de forma ambulatoria previa al ingreso, siendo su uso inadecuado en un 38,5%. Durante el ingreso se prescribieron IBPs al 77,8% de los pacientes, siendo su indicación incorrecta en el 33,5%. El 63% se fueron al alta con IBPs, siendo su uso correcto únicamente en el 67% de los casos. Respecto a la adecuación de su prescripción fue de un 72,3% en Atención Primaria, de un 68% durante el ingreso hospitalario y del 66,5% al alta.

Los resultados están en concordancia con los publicados en estudios previos, poniendo de manifiesto la sobreutilización de los IBPs con una alta frecuencia de uso incorrecto en las diferentes áreas sanitarias. Esto conlleva a un aumento injustificado de los efectos adversos, de interacciones farmacológicas y del gasto sanitario, siendo necesario plantear nuevas estrategias de educación en los diferentes ámbitos.